lunes, 20 de febrero de 2012

COMMUNITAS



Comunitas, 2011

FLACSO/CASA ROJA

Bernardo Euler Coy

Ciudad de Guatemala

La conducta social del ser humano, tal y como la conocemos hoy en día, es el resultado del conocimiento acumulado por nosotros através de cientos de años, y los cambios que esto ha provocado en nuestro organismo. La memoria, como forma de ubicarse ente el tiempo deja de ser un fenómeno individual para convertirse en colectivo a través de la palabra; Así , la experiencia individual ubicada en un específico momento y espacio geográfico busca la continuidad a través de un grupo que comparte un mismo lenguaje. Del orden establecido por este medio surgen los primeros símbolos gráficos, para asegurar no solamente la comunicación entre los miembros de la sociedad, sino también la continuidad del conocimiento acumulado por cada uno.

La identidad, como conciencia histórica, es el punto de encuentro entre memoria individual y colectiva. La importancia que se otorgue a cada una depende del tlipo de organización económica y política de cada sociedad. Aunque particularmente, cada individuo se preocupe por la continuidad del momento efímero y su impresión en los sentidos, para la política puede resultar más importante el adelanto técnico o su particular relación con la naturaleza. Si inicialmente el símbolo visual era un instrumento de la historia colectiva, y la palabra un instrumento del individuo dentro de su cotidianidad, ésta relación cambia con la aparición de la escritura, que toma un poco de cada una.

El procedimiento por medio del cual se pueden fijar imágenes en una placa previamente preparada era ya conocida por los alquimistas de la edad media, pero no tuvo la importancia que adquirió a principios del siglo XX, porque el orden político y económico se continuaba mediante el lenguaje escrito: Leyes, historia y conocimientos técnicos no necesitaban de la fotografía para transmitirse, pues lo importante no era masificar estos conocimientos, sino transmitirlos a un número reducido de personas.

Con la invención de la imprenta, y una mejor divulgación del conocimiento, la imagen vuelve a tomar importancia como generadora de identidad, pero ésta vez ya no con el sentido religioso de las catedrales góticas, pero sí como estética de una “aristocracia del espíritu” expresada en pinturas, grabados y libros ilustrados del barroco al romanticismo (que hoy consideraríamos Kitsch).

Ahora que el conocimiento como lenguaje escrito es nuevamente de acceso restringido, através de las leyes de propiedad intelectual, codificaciones electrónicas y otros medios, las imágenes saturan todos los medios.

La ciudadanía de éste siglo ha roto los límites histórico-relacionales de identidad. Quiénes somos y en dónde estamos importa menos que la circunstancia y momento en que nos pronunciamos. Quizá la inmediatez de la información está sustituyendo a la historia como forma de generar identidad, cediendo a la tecnología un poder que antes funcionara en torno a la tradición. No es de extrañarse que ahora, cuando las nuevas tecnologías permiten manipular la imagen, hasta casi sustituír la realidad, la fotografía instantánea deba desaparecer como forma de conservar ésa memoria efímera que solo importa a unos cuantos individuos. Hemos ganado en cuanto a difusión, pero nuevamente hemos perdido la credibilidad.

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