lunes, 20 de febrero de 2012

ENTRE BISUTERÍA FINA Y LA DUDA CARTESIANA



Luces en el Túnel 2010

Galería el Túnel, Ciudad de Guatemala.

Ante la imposibilidad de realizar una obra prescindiendo de cualquier tradición, el artista parte de una forma ya establecida, para mostrarnos con ella su experiencia personal, recorriendo el camino del conocimiento al símbolo en sentido inverso; pues la obra de arte, más que un conjunto de símbolos aplicados a un tema o idea, es un proceso de desentrañar la creación simbólica através de un sígno. Nos lo muestra como un momento de cohersión cultural, que afecta tanto a la naturaleza interna como externa del sujeto socialmente delimitado. Ahora ya signado y numerado. Cuestiona desde el lenguaje mismo la relación que hay entre sígno y conocimiento. O entre ser individual y colectivo.

A la pregunta planteada por los primeros filósofos griegos ¿Qué ES? Parménides responde: Yo Soy. Y Heráclito: lo que contínuamente ES. Aunque la pregunta está aquí muy generalizada, y no podemos dejar de percibir ése tono impersonal y “ontológico” como pura retórica, una terminología que implica ya una abstracción hecha sobre la concepción de Un Ser, y la definición de Ser Humano como categoría. Sería más honesto preguntarnos como Descartes ¿Quién soy?, pregunta que se sucede por ¿Qué soy?. La duda cobra así proporciones ontológicas, gnoseológica y epistemológicas, amenazando con destruír cualquier certeza sobre nosotros mismos o sobre el mundo conocido.

No obstante, la forma en que cada quien se vea sí mismo es posterior a la formación de las primeras categorías, es decir, las inculcadas por la familia, la sociedad y el estado, pues la memoria como una continuación de la percepción, siendo individual, solo pueden llamarse conciencia gracias a la comunicación con los demás, que nos demuestra la existencia de la memoria colectiva.

La identidad, se define así desde posturas que resultan contrapuestas, aludiendo, por una parte, a lo que cada quien ES a través de la cultura, asignándole una personalidad, como característica netamente humana (estructura delimitada de relaciones con el mundo y mis semejantes) o bien enfocándose a al SER como estructura física y condición biológica. Así se establece la contradicción que a través de los siglos ha caracterizado todas las instituciones sociales planteadas por el hombre occidental. El ser percibido como una continuidad histórica, individual, o como un cuerpo de duración finita. Delimitado por el colectivo.

Nos referimos aquí al hombre, más como género que como especie, porque es la visión patriarcal y masculina la que plantea el distanciamiento de la conciencia respecto al cuerpo, entregándole un ser en la historia, negando su finitud a través de la objetuación del cuerpo femenino.

Hay sin embargo un universo distinto, alterno a la conciencia como historia del hombre, así como una historia ajena a la tautología planteada por las instituciones patriarcales, universo al que Ingrid Klüssmann pertenece.

De esta dicotomía y contradicción es de que nos habla Ingrid Klüssman en su más reciente exposición, titulada “Luces en el Túnel” mostrándonos la ropa y accesorios que vistió para las exposiciones realizadas en la Galería El Túnel a lo largo de su vida. ¿Quién soy? Nos pregunta colocando un espejo en el lugar del rostro, y deja desfilar zapatos, carteras, trajes con lentejuelas, objetos hechos por el mundo occidental y patriarcal para delimitar el papel de la femenino.

Con fotografías, ella nos muestra a su familia, sus amigos, su historia, y expone estos trajes, no como un “símbolo de la elegancia”, sino como una referencia al cuerpo, lo que ahí no está, y constituye la prueba tangible de su existencia, más allá de lo cultural y socialmente representado.

Los objetos, así establecidos, se mantienen abiertos a la imaginación, contando una historia tan individual como colectiva.

El pensamiento patriarcal, no sería capaz de ver en ello más que un gesto de vanidad.

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